¿Recuerdas ese momento en el que nos unimos tanto? Yo sí.
Fue cuando la vida nos dio un golpe duro y tuvimos que actuar de la forma más
madura. No demostrando nuestras tristezas, si siguiendo para adelante.
Vos pudiste haberte ido, dejándonos atrás, que nos arregláramos
solas. Pero no, vos estuviste ahí, como siempre. Con la frente en alto, preparándonos
la comida, esperándonos que volviéramos del cole. Hablando de lo bueno que nos
espera, esperanzada, de que tus palabras se cumplieran…
Hay días que nos cuestionábamos ¿Qué hubiera pasado si nada
de esto sucedía? Yo nunca supe que responder, pero agradezco no haberlo hecho. Ya que
gracias a eso, pudimos conocernos más. Saber que estábamos la una, para las
otras, las 3 juntas. Que nunca nada ni nadie nos iban a separar, porque al
final de cuentas, lo único que persiste es la familia.
Yo ahora estoy feliz, agradeciendo lo que tengo, porque vos
me lo enseñaste.
A veces, me vienen las palabras de papá: “Cuando nosotros no
estemos, lo único que va a quedar son ustedes. Por favor, inténtenlo. Llévense
bien”. Aunque admito, nos costó un poco. Con idas y vueltas, pero al fin y al
cabo, juntas.
Tal vez no siempre nos
vamos a contar todo, por lo menos no explícitamente, pero
al menos me reconforta que cuando te necesite, vos estarás. Que seguiremos
siendo las mismas, nos insultaremos, gritaremos, diremos cosas que no nos
gustan…
Pero cuando sea domingo por la noche, recordaremos todo lo
que vivimos. Querré que estés conmigo para ir a dar una simple vuelta, que me
digas qué me queda mejor, aunque no te haga caso. Que reniegues por pavadas.
Que te sienta cerca mío. Que necesite una de esas charlas…
Pero claro, si no hicieras todo eso, ¿Quién sería mi
hermana? No lo sé… Pero honestamente, no hubiera elegido a alguien más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario